Palinodia del rojo, de Fernando Fernández: cantares de melancolía

El poeta canta su amor a una evocación femenina. Quizá una metáfora de nostalgia, quizá una historia entrañable de melancolía. Invoca a Paloma en la memoria, el único lugar para encontrarle. La vista juega con la música de los versos, cuya métrica y rima construyen el moderno cancionero de un viajero a veces inmóvil ante el asombro.

El poema que da título al volumen es una confesión: “Cuando la conocí me dije el rojo, el rojo,/ pero ahora que la veo, al fondo del pasillo, de negro,/ me desdigo,/”

Son 17 cantares de melancolía. Coplas a las aves –un canario, una torcaza–, a la lluvia de estrellas, a la despedida, a la búsqueda de un regalo perfecto, a una muñeca rusa, a la mirada indiscreta en una sala de espera.

Su vocación está cerca de la ornitología. Como el temor que infunde un sonido misterioso durante un hostal, el autor también ofrece un sentido poético a la indigna deyección pública de los seres alados y al trabajo de su anillador.

Palinodia del rojo es el tercer poemario de Fernando Fernández (Ciudad de México, 12 de junio de 1964). Sus colecciones anteriores son El ciclismo y los clásicos (Cuadernos de Malinalco, 1990) y Ora la pluma (El Tucán de Virginia, 1999).

Fernández representa una voz renovadora de aliento a la poesía mexicana, sin tener el apuro de acercarse a los reflectores para hacerse visible con estridencias públicas.

(Fernando Fernández. Palinodia del rojo. Editorial Aldus. Ciudad de México, 2011, 60 p.)

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